No por los
náufragos que se embarcan sabiendo,
ni por el
juego lubricado entre unas bocas
y otras bocas mayores,
ni por las
agotadas gaviotas que renuncian.
Sino que a
veces una mirada
se va
distraída sobre la superficie
y la tela se
rasga aunque no quiera:
la mirada
zozobra,
el horizonte
restaña y finge
calma eterna.
Algo le duele
al mar.
Basta mirarle
las orillas.
Margaritte
Ya se
cansó el lenguaje, déjenle espacio.
déjenlo
que se vaya
a soñar
con caderas. Que respire el
poema,
que se
sirva gargantas desolladas, manos sobre
los ojos
y la
fuente nutricia. Dejen cuatro metros de gasa
sobre el
hombre que sueña.
Ya
debemos callarnos:
Margaritte
está escribiendo la muerte de Zenón
y el
jardinero toca:
ella
sale, conversa, condesciende y asciende,
preguntar
por sus hijo (los del jardinero),
comenta
la montaña de nubes, dice que no
hace
frío.
Al
regresar a su escritorio, Zenón seguía muriendo.
Correspondencias
In memoriam
Jorge Sepúlveda
Esa ciudad antigua que habitamos
¿no recuerdas que estaba hecha de
puertas que jamás se abrían?
Manuel Díaz
Martínez
1
No vengas, es preferible
que no vengas
con tu cara de niño y tu
bufanda al cuello.
Quédate allá,
y no regreses. Ya no
regreses,
como si la ciudad
estuviera
tapada de ceniza, de lava
blanda o botas.
Como si aquí no viviera
nadie.
Después de todo no es
razón suficiente
haber desatado juntos
algunos nudos ciegos,
haber esquivado juntos
la envestida de una
cierva.
Quédate dormido
que acá ni eso nos queda.
De verdad: no vale la
pena.
No creas que miento. Que
intento precipitadamente
quitarle el filo a las
bayonetas y tirarlo
en un rincón de la casa
saqueada.
No creas, por favor,
que ese borrón en la
esquina del papel
quiere disimular una
mancha de sangre: era el dibujo
de la cara de una mujer
con tinta roja; tú sabes
matemáticas de uno,
ecuaciones que fallan muy
seguido
no porque hayamos
calculado mal el tiempo
y no nos quede suficiente
para dar la segunda
mano de tierra al cuerpo
de la muchacha del dibujo
y algo quede afuera
siempre,
siempre refrescando la
memoria.
No imagines más de la
cuenta:
se trata de problemas
elementales y hace frío.
No es que la letra repita
su rabia tartamuda:
es la humedad natural de
la hoja
porque el bosque le viene
a la memoria.
Aquí no vive nadie. Quien
va a decir que es la vida
un enjambre furioso, unas
manos desnudas:
la vida —como todos
sabemos— es un guante.
2
pero viniste hermano viejo
víctima
ahora tendré que
escribirle
a otros amigos.
Noción de travesía
VII
Duermes.
A tu alrededor nada
descansa.
La sábana parece
enardecida,
la prueba es que se
pliega:
quisiera ser arena
pero siente que es ola.
La noche pugna también por
transformarse
hasta que al fin se vuelve
madrugada.
Tu sueño está despierto,
tan desvelado que incluso
se confunde
y sueltas bocas que
ignorabas.
Tus cabellos se anuda a tu
temperatura
se eleva aunque permanece
bajo la oscuridad de dos
frazadas.
Tu sangre misma siente
que algo como otra sangre
la persigue:
alerta intenta sigilosa,
minuciosa,
escapar de la circulación
cercada.
Duermes
pero el reloj avanza
buscando la campanada
justa
para que pueda ser tocado
con tu mano.
XXI
Es probable que tú ya no
ilumines
mi rostro y mis papeles.
Es probable que no
descifres ya
la misma sorpresa, tal vez
la forma
de una mancha de humedad
en el muro.
Que atiendas otros ritmos,
la resaca de la ola que
rompió en mis oídos
el vuelo silencioso de un
ave
igualmente alta y diferente.
Que mires
otra fase de la misma
luna,
los jirones
del alba enrojecida que
terminan
en el crepúsculo que puedo
estar mirando.
Es probable que no recojas
mi última palabra.
Y es una lástima
porque será tu nombre.
Ataque y contrataque
1
Tu soledad requiere de tu
vida
para quebrar sus muerte.
No la abandones.
No la abandones.
Es tu deber alimentarla,
verla crecer y
reproducirse
en otros hombres.
Tu soledad debe estar
despierta.
2
Debes hacer fuerte a tu
soledad. Mimarla.
Cuidar que no le pase
nada. Divertirla.
Hacerla reír, engordar.
Hacer e tu soledad
una soledad resistente
y así,
cuando mueras,
tu soledad va a
sobrevivirte. Tu soledad
va a quedar sola,
abandonada. Viuda.
Con la frente alta.
Caminando.
De pronto uno pierde...
De pronto uno pierde la
sonrisa.
La deja caer sin darse
cuenta
al sacar las llaves.
Siempre
al sacar las llaves.
Poema sobre el tiempo
para Carla Adame Velasco
el tiempo son las cosas
que cambian
cambia la luz y se vuelve
noche
cambia el tamaño de tus
ojos
cambia la talla de tu ropa
y cambian tus zapatos
el tiempo son las cosas
que cambian
cambian las siete hasta
llegar a ocho
y cambia el desayuno hasta
volverse cena
cambia tu modo de bailar
cambia tu risa
cambia la música que
escuchas
cambiamos todos
cambia lo que hacemos
el tiempo son las cosas
que cambian
se cambia el sueño por el
otro día
se cambia una página vacía
por un poema
La facultad
En la entrada de la
Facultad
de Filosofía y Letras, un
moño
negro le anuncia a los que
van entrando la salida
de algún profesor que
ahora sí
adquirió para siempre
la definitividad.
El moño negro hace que uno
aminore el volumen del
paso,
se traque fuerte a la
saliva
para que pase alrededor
del nudo
que anda la garganta,
entrecierra los ojos para
afinar el foco
y lea en el pizarrón donde
dice:
La facultad anuncia la
salida
de ____________________
con destino a____________.
Entonces uno se detiene
diez o veinte segundos:
el nombre le dibuja
la imagen de alguien
que se esfuerza y sonríe,
el tono de una voz,
los lentes de metal,
la manera de andar.
Si el nombre es el de uno
uno da media vuelta y no
se toma
la molestia
de firmar la tarjeta,
ni ese gusto de dar las
últimas clases
porque de pronto,
muy repentinamente,
ya las dio.
por donde vino.
Y si el nombre es el de
otro,
entonces uno firma,
traga saliva, carraspea,
da clase.
Y espera el día
cuando en el pizarrón
salga su nombre.
LA OTRA
AGARRAR a la sombra por los hombros.
Encararla. Decirle sombra recuerda que eres mía.
Argumentar con ella. Escuchar
sus razones oscuras,
pulir los argumentos
y tratar de que adopte nuestra cara.
Poco a poco
convencer a la sombra de volverse un espejo.
Y luego darse cuenta de que no tiene caso
el esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)
porque al pasar el tiempo nos desaira la sombra.
Porque tanta insistencia, durante tanto tiempo,
la fue volviendo noche. Y desaparecemos
cuando lo cubre todo.
***
Lo que sea de cada quien.
Yo de ti.
***
Cuando digo tu piel
me trago mis palabras.
***
Me corro el riesgo
de ser abrazado vivo.
***
Quisiera estar a dos pasos
de ti.
Y que uno fuera mío y el
otro fuera tuyo.
***
Tus labios juegan
el papel principal de mi
sonrisa.
***
Todo un desierto
se revela por una sola
gota de agua.
Por una sola gota de agua
todo un desierto
se rebela.
Hay un poema que se leyó, por Pablo boullosa el sábado pasado en la dichosa palabra, me pareció bellísimo, quiero saber en qué libro de Eduardo casar esta, gracias
ResponderEliminarDe llama AUNQUE SUENE IMPROBABLE
EliminarEl sábado 13 de octubre de 2018
ResponderEliminarYo también quiero saber en qué libro está el poema que leyó Pablo Boullosa en el programa.
ResponderEliminarYo también quiero saber en qué libro está el poema que leyó Pablo Boullosa en el programa.
ResponderEliminarHola se llama Aunque suene improbable
ResponderEliminarCuál es el nombre del poema que Eduardo Casar dijo al inicio de la dichosa palabra
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