martes, 10 de abril de 2018

Eduardo Casar, Poemas


Al mar le debe remorder la conciencia.

No por los náufragos que se embarcan sabiendo,
ni por el juego lubricado entre unas bocas
                        y otras bocas mayores,
ni por las agotadas gaviotas que renuncian.
Sino que a veces una mirada
se va distraída sobre la superficie
y la tela se rasga aunque no quiera:
la mirada zozobra,
el horizonte restaña y finge
calma eterna.

Algo le duele al mar.
Basta mirarle las orillas.





Margaritte

Ya se cansó el lenguaje, déjenle espacio.
déjenlo que se vaya
a soñar con caderas.            Que respire el poema,

que se sirva gargantas desolladas, manos sobre
los ojos
y la fuente nutricia. Dejen cuatro metros de gasa
sobre el hombre que sueña.

Ya debemos callarnos:

Margaritte está escribiendo la muerte de Zenón
y el jardinero toca:

ella sale, conversa, condesciende y asciende,
preguntar por sus hijo (los del jardinero),
comenta la montaña de nubes, dice que no
hace frío.

Al regresar a su escritorio, Zenón seguía muriendo.


Correspondencias

In memoriam
Jorge Sepúlveda

Esa ciudad antigua que habitamos
¿no recuerdas que estaba hecha de
puertas que jamás se abrían?

Manuel Díaz Martínez

1

No vengas, es preferible que no vengas
con tu cara de niño y tu bufanda al cuello.
Quédate allá,
y no regreses. Ya no regreses,
como si la ciudad estuviera
tapada de ceniza, de lava blanda o botas.
Como si aquí no viviera nadie.
Después de todo no es razón suficiente
haber desatado juntos algunos nudos ciegos,
haber esquivado juntos
la envestida de una cierva.
Quédate dormido
que acá ni eso nos queda.
De verdad: no vale la pena.
No creas que miento. Que intento precipitadamente
quitarle el filo a las bayonetas y tirarlo
en un rincón de la casa saqueada.
No creas, por favor,
que ese borrón en la esquina del papel
quiere disimular una mancha de sangre: era el dibujo
de la cara de una mujer con tinta roja; tú sabes
matemáticas de uno,
ecuaciones que fallan muy seguido
no porque hayamos calculado mal el tiempo
y no nos quede suficiente para dar la segunda
mano de tierra al cuerpo de la muchacha del dibujo
y algo quede afuera siempre,
siempre refrescando la memoria.
No imagines más de la cuenta:
se trata de problemas elementales y hace frío.
No es que la letra repita su rabia tartamuda:
es la humedad natural de la hoja
porque el bosque le viene a la memoria.
Aquí no vive nadie. Quien va a decir que es la vida
un enjambre furioso, unas manos desnudas:
la vida —como todos sabemos— es un guante.

2

pero viniste hermano viejo víctima
ahora tendré que escribirle
a otros amigos.


Noción de travesía

VII

Duermes.
A tu alrededor nada descansa.
La sábana parece enardecida,
la prueba es que se pliega:
quisiera ser arena
pero siente que es ola.
La noche pugna también por transformarse
hasta que al fin se vuelve madrugada.
Tu sueño está despierto,
tan desvelado que incluso se confunde
y sueltas bocas que ignorabas.
Tus cabellos se anuda a tu temperatura
se eleva aunque permanece
bajo la oscuridad de dos frazadas.
Tu sangre misma siente
que algo como otra sangre la persigue:
alerta intenta sigilosa, minuciosa,
escapar de la circulación cercada.
Duermes
pero el reloj avanza
buscando la campanada justa
para que pueda ser tocado con tu mano.


XXI

Es probable que tú ya no ilumines
mi rostro y mis papeles.

Es probable que no descifres ya
la misma sorpresa, tal vez la forma
de una mancha de humedad en el muro.

Que atiendas otros ritmos,
la resaca de la ola que rompió en mis oídos
el vuelo silencioso de un ave
igualmente alta y diferente.

Que mires
otra fase de la misma luna,
los jirones
del alba enrojecida que terminan
en el crepúsculo que puedo estar mirando.

Es probable que no recojas
mi última palabra.
Y es una lástima
porque será tu nombre.


Ataque y contrataque

1

Tu soledad requiere de tu vida
para quebrar sus muerte.
No la abandones.
No la abandones.
Es tu deber alimentarla,
verla crecer y reproducirse
en otros hombres.
Tu soledad debe estar despierta.

2

Debes hacer fuerte a tu soledad. Mimarla.
Cuidar que no le pase nada. Divertirla.
Hacerla reír, engordar. Hacer e tu soledad
una soledad resistente
y así,
cuando mueras,
tu soledad va a sobrevivirte. Tu soledad
va a quedar sola, abandonada. Viuda.
Con la frente alta.
Caminando.


De pronto uno pierde...

De pronto uno pierde la sonrisa.
La deja caer sin darse cuenta
al sacar las llaves. Siempre
al sacar las llaves.


Poema sobre el tiempo
para Carla Adame Velasco

el tiempo son las cosas que cambian
cambia la luz y se vuelve noche
cambia el tamaño de tus ojos
cambia la talla de tu ropa
y cambian tus zapatos

el tiempo son las cosas que cambian
cambian las siete hasta llegar a ocho
y cambia el desayuno hasta volverse cena

cambia tu modo de bailar
cambia tu risa
cambia la música que escuchas

cambiamos todos

cambia lo que hacemos

el tiempo son las cosas que cambian
se cambia el sueño por el otro día
se cambia una página vacía
                      por un poema

La facultad

En la entrada de la Facultad
de Filosofía y Letras, un moño
negro le anuncia a los que van entrando la salida
de algún profesor que ahora sí
adquirió para siempre
la definitividad.

El moño negro hace que uno
aminore el volumen del paso,
se traque fuerte a la saliva
para que pase alrededor del nudo
que anda la garganta,
entrecierra los ojos para afinar el foco
y lea en el pizarrón donde dice:

La facultad anuncia la salida
de ____________________
con destino a____________.

Entonces uno se detiene
diez o veinte segundos:
el nombre le dibuja
la imagen de alguien
que se esfuerza y sonríe,
el tono de una voz,
los lentes de metal,
la manera de andar.

Si el nombre es el de uno
uno da media vuelta y no se toma
la molestia
de firmar la tarjeta,
ni ese gusto de dar las últimas clases
porque de pronto,
muy repentinamente,
ya las dio.
Y se regresa, al fin,
por donde vino.

Y si el nombre es el de otro,
entonces uno firma,
traga saliva, carraspea, da clase.

Y espera el día
cuando en el pizarrón
salga su nombre.


LA OTRA

AGARRAR a la sombra por los hombros.
Encararla. Decirle sombra recuerda que eres mía.
Argumentar con ella. Escuchar
sus razones oscuras,
pulir los argumentos
y tratar de que adopte nuestra cara.

Poco a poco
convencer a la sombra de volverse un espejo.

Y luego darse cuenta de que no tiene caso
el esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)
porque al pasar el tiempo nos desaira la sombra.

Porque tanta insistencia, durante tanto tiempo,
la fue volviendo noche. Y desaparecemos

cuando lo cubre todo.


***

Lo que sea de cada quien.
Yo de ti.

***

Cuando digo tu piel
me trago mis palabras.

***

Me corro el riesgo
de ser abrazado vivo.

***

Quisiera estar a dos pasos de ti.
Y que uno fuera mío y el otro fuera tuyo.

***

Tus labios juegan
el papel principal de mi sonrisa.

***

Todo un desierto
se revela por una sola
gota de agua.
Por una sola gota de agua
todo un desierto
se rebela.

7 comentarios:

  1. Hay un poema que se leyó, por Pablo boullosa el sábado pasado en la dichosa palabra, me pareció bellísimo, quiero saber en qué libro de Eduardo casar esta, gracias

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  2. Yo también quiero saber en qué libro está el poema que leyó Pablo Boullosa en el programa.

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  3. Yo también quiero saber en qué libro está el poema que leyó Pablo Boullosa en el programa.

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  4. Hola se llama Aunque suene improbable

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  5. Cuál es el nombre del poema que Eduardo Casar dijo al inicio de la dichosa palabra

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