martes, 6 de octubre de 2020

Victoriano Salado Álvarez, "De la vida bohemia"

De la vida de bohemia[1]

No eran precisamente trufas lo que se comía ni champaña lo que se cataba hace veinte años en el aposento de dos poetas hispano-americanos que vivían en París, rue de la Parchéminerie, número 57.[2] De ellos el más joven, Amado Nervo, acababa de llegar a París hacía unos cuantos meses, mientras el otro, Rubén Darío, llevaba ya[3] algún tiempo en la capital de Francia.[4]
Pero ni el recién llegado ni su compañero lograban juntar las dos puntas de la cuerda. Nervo escribía afanosamente[5] para los diarios mejicanos, cubanos y sudamericanos, mientras Darío dedicaba su trabajo casi exclusivamente a La Nación de Buenos Aires,[6] que recibía o dejaba de recibir correspondencias de su redactor viajero, pero que nunca dejaba de enviar mensualmente
una suma considerable al inquieto nicaragüense.

Mas daba la casualidad que aquel mes pasaban los días, que eran los últimos del año, sin que llegara un céntimo, que se acercaban las fiestas de Navidad y que no había manera de solemnizar siquiera con una mala cena el día memorable. Sólo vivía descuidada la Paca, Francisca Sánchez, amante de Darío, moza cerril a quien el poeta había encontrado pastoreando cabras en un lugar de la provincia de Ávila.[7]
Y como si el bendito Noel lo hiciera, el 24 muy temprano llegó un hombre de gorra galoneada que depositó en tierra su fardo de cartas, periódicos y paquetes y entregó a Rubén un sobre lacrado que contenía el giro consabido, un suplemento por[8] la celebración del día y los deseos de que el poeta tuviera pascuas muy felices.
Pensó el bienaventurado en adquirir unos jarrones de Satsuma;[9] en comprar un cuadro holandés de género que había visto expuesto en casa de un mercader de la rue Laffayette y en hacerse con un gabán de pieles, pero la Paca, más positiva y con mayor sentido práctico, opinó por una buena cena de Navidad con zampán y todo. Lástima grande que hubiera que prescindir de los villancicos, los zortsicos,[10] la gaita y el tamboril; pero todo se supliría con apetito y gracejo[11].
Conformes estuvieron los amigos, y sucesivamente fueron llegando a la vivienda pavos, jamones, peces, dulces, licores, champaña, y todo cuanto es de rigor en esos casos; pero también llegó, atraído por el olor de fiambres y especias, lo que no podía faltar: el sabio que iba recogiendo las hojas que arrojaban los demás.
Se trataba de un venezolano que Nervo solía retratar con mucha gracia, que por su larga estancia en París había adquirido gran conocimiento de la lengua francesa (él era quien había convertido El Bachiller en Origène)[12] y que sabía maravillosamente los lugares en que algo se guisaba; y como conocía la esplendidez de sus amigos, pensó que si algo tenían para pasar aquella velada, con él lo compartirían.
Darío empezó a trasegar desde temprano todos los licores de diferente sabor, densidad y coloración que tenía a la vista, y antes de que fuera “media noche, cuando Dios quiso nacer”,[13] ya se encontraba en ese estado de embriaguez trágica, villana y pendenciera que tienen algunos que debían observar siempre la ley de Volstead.[14]
Sentado en un rincón el gran nicaragüense parecía no darse cuenta de nada; Nervo escribía en una mesilla y el venezolano iba, venía, bajaba, traía flores, tendía manteles y a cada vez que abría la puerta que comunicaba con la cocina arrastraba como cauda un fuerte olor a aceite y un chirriar de cacerolas y vibrar de loza y cubiertos que ponían alegría en el cuerpo.
De repente Darío se levantó lanzando gritos, y con la cara congestionada tomó por la solapa al oficioso literatoide, lo[15] estrechó contra la pared y le dijo un poco en francés y un poco en castellano una serie de insultos en que apenas se podían percibir ahogados: “Bellaco… Venir a faltarme a mi casa… Je vais te tuerGallopin” y otras cosas que pertenecían al repertorio clásico y al villanesco.
Parece que el infeliz llevaba en la mano uno de esos muebles que nuestras cocineras llaman convoyes,[16] y que al verse acometido se derramaron por el suelo el aceite, la pimienta, la sal y el vinagre, y que apenas con el tiempo necesario para coger su abrigo y su sombrero salió[17] escapado bajando escaleras como si lo hubieran seguido verdaderos demonios.

Quedó Darío acezando en un sillón, y cuando Nervo lo vio en calma, se acercó a decirle:
—Rubén, qué mal ha hecho usted… qué mal ha hecho en golpear a ese desgraciado.
—Yo no admito que se me falte en mi casa; ese canalla venía a seducir a Paca.
—¿Seducir? No había tal –contestó Amado–; venía a seducir a los fiambres que usted ha traído: estaba muriéndose de hambre… En fin, piense usted que pudiera haber sido Nuestro Señor Jesucristo en el día de su nacimiento, que venía a compartir la cena de dos pobres poetas.
—Tontería –respondió el otro–. ¿Qué señales podíamos tener de que era ese pillo Cristo[18] y no un gorrón que abusaba de mi bondad para…?
—Se ha presentado Cristo en tantas ocasiones y con tantos disfraces lo mismo ante los sabios que ante los indoctos, tanto en casa de los potentados del mundo como ante los gañanes… Tristes y melancólicos iban los discípulos camino de Emmaus y el Maestro se les reunió para recordarles lo que habían vaticinado los profetas y, ¿no aceptó lo que le decían aquellos limpios de corazón y que quizás debía haber sido nuestra salutación a ese desgraciado según el mundo?: “Tarde es ya y el sol se nos oculta; permaneced en nuestra compañía.” Lo habríamos conocido como[19] los apóstoles lo conocieron, en el modo de partir el pan…[20]
Volvió Darío de su sueño trágico y sin decir nada más, en medio de la nieve y la ventisca se lanzó a la calle a buscar al pobre que representaba a Cristo. Erró por calles y boulevares, lleno de alborozo,[21] entró a los estaminets[22] y a las fondas baratas, pero en ninguna parte dio con el infeliz aquel que había tenido cuidado de ponerse a buen recaudo. Mas el trabajo no fue en balde; en lugar de él llevó al borrachín más harapiento y más astroso que encontró a mano y lo sentó a la mesa a comer de aquellas cosas ricas. Y es fama que el tal sí se excedió en los halagos y las galanterías a la española y que trasegó sin hacerse[23] de rogar cuanto encontró a la mano.
Así transcurrió la Navidad de dos bohemios.

(SALADO Álvarez, Victoriano, "Las cartas de la locura",
Narrativa breve, edición crítico-hermenéutica, México, 
UNAM / IIFL / Universidad de Guadalajara / Colegio de Jalisco,
2012, pp. 393-398).





[1] Se conocen dos versiones: V. Salado Álvarez, “De la vida de bohemia”, en idi, año v, t. xviii, núm. 1737 (9 de julio de 1922), pp. 1 y 4, segunda sección, y Victoriano Salado Álvarez, mismo título, en lpsa, con fecha manuscrita 19 de julio de 1922 (recorte de prensa en avsa, caja 35, fólder 30; el ejemplar no se localiza para los datos de publicación), ambos firmados en San Francisco, Cal., a 25 de mayo de 1922.
[2] De acuerdo con la autobiografía de Rubén Darío, el apartamento parisino que compartía, primero con Enrique Gómez Carrillo y posteriormente –a la salida de éste– con Amado Nervo, se ubicaba en el número 29 de la rue de Faubourg Montmartre (vid. Rubén Darío, autobiografía. madrid, 1920, pp. 177-178) // Nervo relata sobre esos años: “[Darío era] sibarita y gourmet de buena cepa. Durante los nueve meses que vivimos juntos solíamos regalarnos […] de ricos faisanes dorados, galantinas modernistas, trufas ultra capciosas, et caeteris […]” (Amado Nervo, el éxodo y las flores del camino. méxico, 1902, p. 126).
[3] lpsa: ya llevaba por llevaba ya
[4] El propio Rubén Darío recuerda esa época en estos términos: “[…] Carrillo tuvo que dejar su casa, y yo me quedé con ella; y como Carrillo me llevó a mí, yo me llevé al poeta mexicano Amado Nervo, en la actualidad cumplido diplomático en España y que ha escrito lindos recuerdos sobre nuestros días parisienses, en artículos sueltos y en su precioso libro El éxodo y las flores del camino (Darío, op. cit., p. 178).
[5] lpsa: escribía y escribía afanosamente por escribía afanosamente
[6] La Nación es uno de los más influyentes periódicos argentinos. De orientación derechista, fue fundado por Bartolomé Mitre en 1870 y actualmente aún goza de enorme distribución. En cuanto a la colaboración de Darío con el diario argentino, éste recuerda: “[…] Pasaba, pues, mi vida bonaerense escribiendo artículos para La Nación, y versos que fueron más tarde mis Prosas Profanas; y buscando, por la noche, el peligroso encanto de los paraísos artificiales. […] La exposición de París de 1900 estaba para abrirse. Recibí orden de La Nación de trasladarme en seguida a la capital francesa […]” (Darío, op. cit., pp. 135 y 177).
[7] En 1899, Darío conoció en Madrid a Francisca Gervasia Sánchez del Pozo (que el poeta gustaba llamar “Princesa Paca”) originaria de la localidad de Navalsaúz, provincia de Ávila. Fue la última compañera del escritor nicaragüense y con ella procreó tres hijos. Le compuso el poema “A Francisca” (1902) (Rubén Darío III, tres mujeres en la vida de rubén darío. buenos aires, 1966, pp. 28-37).
[8] lpsa: para por por
[9] Tipo de cerámica japonesa proveniente de la región del mismo nombre; actualmente constituye la parte occidental de la provincia de Kagoshima, en la isla de Kyushu.
[10] El zorcico o zortziko refiere a un tipo de composición musical de origen vasco estructurada en compás de 5/8 (significa “de ocho” u “octava” en euskera). Tradicionalmente se toca con un tipo de flauta vasca llamada chistu y acompañada por tamboril.
[11] En este contexto, sustantivo que hace o dice gracias de mal género; desprovisto de la gracia del gracioso (Francisco J. Santamaría, diccionario de mejicanismos. méxico, 2000, p. 562).
[12] La novela El bachiller (1895) fue editada en Francia en 1902 por el editor y tipógrafo francés Léon Vanier, bajo el título de Origène. Sin embargo, no es completamente seguro que ni este editor ni el propio Amado Nervo la hayan traducido al francés, dado que la edición original de Origène omite los datos del traductor. Es probable que este último fuera el personaje venezolano que Salado menciona en el presente cuento. // Dado su éxito, El bachiller tuvo al año siguiente de su aparición una segunda edición castellana en 1896, acompañada de juicios críticos de distintas personalidades, entre los que figura nuestro autor bajo el seudónimo del arcipreste Johán Ferruz (vid. “Éste es el enjemplo del monje Bernabé, yoglar de Nuestra Sennora”, cuento de este volumen), remitiéndole una breve carta en español antiguo firmada “V. Salado Álvarez” (vid. Amado Nervo, el bachiller. méxico, 1896, pp. 54-56).
[13] Poema popular que era cantado durante las posadas de Nochebuena a fines del siglo xix, particularmente entre la gente del centro de la Ciudad de México: “La otra noche a media noche, / cuando Dios quiso nacer, / bajó el ángel San Gabriel / con su espada y su laurel / en su caballito blanco, / alumbrando todo el campo, / campo chiquito / de San Juaniquito; / campo mayor / de San Salvador, / campo mediano / de San Cayetano” (Guillermo Prieto, “año viejo, nochebuena”. méxico, 1993, pp. 454-455). Guillermo Prieto explica que el origen de estas composiciones tenía lugar en los altares dedicados a la Virgen María por la imprenta de Valdés (después de Abadiano) en la esquina de las calles de Tacuba y Santo Domingo, y eran conocidas como los “versos mudos”.
[14] Sobre esta ley, así como sobre el personaje del que toma nombre, vid. nota 19 a “El arte de la adulación”, cuento de este volumen.
[15] lpsa: le
[16] Se admite como mexicanismo, especialmente en Tabasco; refiere a un séquito o conjunto de pequeñas vasijas destinadas para los condimentos (Francisco J. Santamaría, el provincialismo tabasqueño. méxico, 1921, p. 395).
[17] lpsa: coger abrigo y sombrero salió por coger su abrigo y su sombrero salió
[18] lpsa: de que ese pillo era Cristo por de que era ese pillo Cristo
[19] lpsa: conocido también como por conocido como
[20] Referencia al pasaje bíblico en el que, luego de la Crucifixión, dos discípulos caminaban rumbo al pueblo de Emaús y vieron acercarse a Jesús, a quien no reconocieron. En el camino conversaron acerca de lo ocurrido con la tumba de Jesús y de lo que se comentaba sobre su Resurrección, ante lo que él les recordó la palabra de los profetas. Cuando llegaron a su destino, le invitaron a compartir la mesa con ellos, seguido a lo cual Jesús se les reveló (vid. Lc 24: 13-35): “[…] Se acercaron a la aldea a donde iban; y Él fingió seguir adelante. Obligáronle diciéndole: ‘Quédate con nosotros, pues el día ya declina’. Y entró para quedarse con ellos. Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se abrieron los ojos y le reconocieron y desapareció de su presencia” (Lc 24: 28-31).
[21] lpsa: bulevares y lleno de alborozo entró por bulevares, lleno de alborozo, entró
[22] Café pequeño y popular.
[23] lpsa: trasegó hacerse por trasegó sin hacerse

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