De la vida de bohemia[1]
No eran precisamente trufas lo que se comía ni champaña lo que se cataba hace
veinte años en el aposento de dos poetas hispano-americanos que vivían en París,
rue de la Parchéminerie ,
número 57.[2]
De ellos el más joven, Amado Nervo, acababa de llegar a París hacía unos
cuantos meses, mientras el otro, Rubén Darío, llevaba ya[3]
algún tiempo en la capital de Francia.[4]
Pero ni el recién llegado ni su compañero lograban
juntar las dos puntas de la cuerda. Nervo escribía afanosamente[5]
para los diarios mejicanos, cubanos y sudamericanos, mientras Darío dedicaba su
trabajo casi exclusivamente a La Nación de Buenos Aires,[6]
que recibía o dejaba de recibir correspondencias de su redactor viajero, pero
que nunca dejaba de enviar mensualmente
una suma considerable al inquieto
nicaragüense.
Mas daba la casualidad que aquel mes pasaban los días,
que eran los últimos del año, sin que llegara un céntimo, que se acercaban las
fiestas de Navidad y que no había manera de solemnizar siquiera con una mala
cena el día memorable. Sólo vivía descuidada la Paca ,
Francisca Sánchez, amante de Darío, moza cerril a quien el poeta había
encontrado pastoreando cabras en un lugar de la provincia de Ávila.[7]
Y como si el bendito Noel lo hiciera, el 24 muy
temprano llegó un hombre de gorra galoneada que depositó en tierra su fardo de
cartas, periódicos y paquetes y entregó a Rubén un sobre lacrado que contenía
el giro consabido, un suplemento por[8]
la celebración del día y los deseos de que el poeta tuviera pascuas muy
felices.
Pensó el bienaventurado en adquirir unos jarrones de Satsuma;[9]
en comprar un cuadro holandés de género que había visto expuesto en casa de un
mercader de la rue Laffayette y en hacerse con un gabán de pieles, pero la Paca ,
más positiva y con mayor sentido práctico, opinó por una buena cena de Navidad
con zampán y todo. Lástima grande que
hubiera que prescindir de los villancicos, los zortsicos,[10]
la gaita y el tamboril; pero todo se supliría con apetito y gracejo[11].
Conformes estuvieron los amigos, y sucesivamente
fueron llegando a la vivienda pavos, jamones, peces, dulces, licores, champaña,
y todo cuanto es de rigor en esos casos; pero también llegó, atraído por el
olor de fiambres y especias, lo que no podía
faltar: el sabio que iba recogiendo las hojas que arrojaban los demás.
Se trataba de un venezolano que Nervo solía retratar
con mucha gracia, que por su larga estancia en París había adquirido gran
conocimiento de la lengua francesa (él era quien había convertido El Bachiller en Origène)[12]
y que sabía maravillosamente los lugares en que algo se guisaba; y como conocía
la esplendidez de sus amigos, pensó que si algo tenían para pasar aquella
velada, con él lo compartirían.
Darío empezó a trasegar desde temprano todos los
licores de diferente sabor, densidad y coloración que tenía a la vista, y antes
de que fuera “media noche, cuando Dios quiso nacer”,[13]
ya se encontraba en ese estado de embriaguez trágica, villana y pendenciera que
tienen algunos que debían observar siempre la ley de Volstead.[14]
Sentado en un rincón el gran nicaragüense parecía no
darse cuenta de nada; Nervo escribía en una mesilla y el venezolano iba, venía,
bajaba, traía flores, tendía manteles y a cada vez que abría la puerta que
comunicaba con la cocina arrastraba como cauda un fuerte olor a aceite y un
chirriar de cacerolas y vibrar de loza y cubiertos que ponían alegría en el
cuerpo.
De repente Darío se levantó lanzando gritos, y con la cara congestionada tomó por la solapa
al oficioso literatoide, lo[15]
estrechó contra la pared y le dijo un poco en francés y un poco en castellano
una serie de insultos en que apenas se podían percibir ahogados: “Bellaco…
Venir a faltarme a mi casa… Je vais te
tuer… Gallopin” y otras cosas que
pertenecían al repertorio clásico y al villanesco.
Parece que el infeliz llevaba en la mano uno de esos
muebles que nuestras cocineras llaman convoyes,[16]
y que al verse acometido se derramaron por el suelo el aceite, la pimienta, la
sal y el vinagre, y que apenas con el tiempo necesario para coger su abrigo y su
sombrero salió[17]
escapado bajando escaleras como si lo hubieran seguido verdaderos demonios.
Quedó Darío acezando en un sillón, y cuando Nervo lo
vio en calma, se acercó a decirle:
—Rubén, qué mal ha hecho usted… qué mal ha hecho en
golpear a ese desgraciado.
—Yo no admito que se me falte en mi casa; ese canalla
venía a seducir a Paca.
—¿Seducir? No había tal –contestó Amado–; venía a
seducir a los fiambres que usted ha traído: estaba muriéndose de hambre… En
fin, piense usted que pudiera haber sido Nuestro Señor Jesucristo en el día de
su nacimiento, que venía a compartir la cena de dos pobres poetas.
—Tontería –respondió el otro–. ¿Qué señales podíamos
tener de que era ese pillo Cristo[18]
y no un gorrón que abusaba de mi bondad para…?
—Se ha presentado Cristo en tantas ocasiones y con
tantos disfraces lo mismo ante los sabios que ante los indoctos, tanto en casa
de los potentados del mundo como ante los gañanes… Tristes y melancólicos iban
los discípulos camino de Emmaus y el Maestro se les reunió para recordarles lo
que habían vaticinado los profetas y, ¿no aceptó lo que le decían aquellos
limpios de corazón y que quizás debía haber sido nuestra salutación a ese
desgraciado según el mundo?: “Tarde es ya y el sol se nos oculta; permaneced en
nuestra compañía.” Lo habríamos conocido como[19]
los apóstoles lo conocieron, en el modo de partir el pan…[20]
Volvió Darío de su sueño trágico y sin decir nada más,
en medio de la nieve y la ventisca se lanzó a la calle a buscar al pobre que
representaba a Cristo. Erró por calles y boulevares, lleno de alborozo,[21]
entró a los estaminets[22]
y a las fondas baratas, pero en ninguna parte dio con el infeliz aquel que
había tenido cuidado de ponerse a buen recaudo. Mas el trabajo no fue en balde;
en lugar de él llevó al borrachín más harapiento y más astroso que encontró a mano
y lo sentó a la mesa a comer de aquellas cosas ricas. Y es fama que el tal sí
se excedió en los halagos y las galanterías a la española y que trasegó sin hacerse[23]
de rogar cuanto encontró a la mano.
Así transcurrió la Navidad de dos bohemios.
(SALADO Álvarez, Victoriano,
"Las cartas de la locura",
Narrativa breve, edición
crítico-hermenéutica, México,
UNAM / IIFL / Universidad de
Guadalajara / Colegio de Jalisco,
2012, pp. 393-398).
[1] Se
conocen dos versiones: V. Salado Álvarez, “De la vida de bohemia”, en idi,
año v, t. xviii, núm. 1737 (9 de julio de 1922), pp. 1 y 4, segunda
sección, y Victoriano Salado Álvarez, mismo
título, en lpsa, con fecha manuscrita 19 de julio de 1922 (recorte
de prensa en avsa, caja 35, fólder 30; el ejemplar no se localiza para
los datos de publicación), ambos firmados en San Francisco, Cal., a 25 de mayo
de 1922.
[2] De acuerdo con la autobiografía de Rubén Darío, el apartamento parisino
que compartía, primero con Enrique Gómez Carrillo y posteriormente –a la salida
de éste– con Amado Nervo, se ubicaba en el número 29 de la rue de Faubourg
Montmartre (vid. Rubén Darío, autobiografía. madrid, 1920, pp. 177-178) // Nervo relata sobre esos años:
“[Darío era] sibarita y gourmet de
buena cepa. Durante los nueve meses que vivimos juntos solíamos regalarnos […]
de ricos faisanes dorados, galantinas modernistas, trufas ultra capciosas, et caeteris […]”
(Amado Nervo, el éxodo y las flores
del camino. méxico, 1902, p.
126).
[3] lpsa: ya
llevaba por llevaba ya
[4] El propio Rubén Darío
recuerda esa época en estos términos: “[…] Carrillo tuvo que dejar su casa,
y yo me quedé con ella; y como Carrillo me llevó a mí, yo me llevé al poeta mexicano
Amado Nervo, en la actualidad cumplido diplomático en España y que ha escrito
lindos recuerdos sobre nuestros días parisienses, en artículos sueltos y en su
precioso libro El éxodo y las
flores del camino”
(Darío, op. cit., p. 178).
[5] lpsa:
escribía y escribía afanosamente por escribía afanosamente
[6] La Nación es uno de los más influyentes periódicos argentinos. De
orientación derechista, fue fundado por Bartolomé Mitre en 1870 y actualmente
aún goza de enorme distribución. En cuanto a la colaboración de Darío con el
diario argentino, éste recuerda: “[…] Pasaba, pues, mi vida bonaerense
escribiendo artículos para La Nación, y
versos que fueron más tarde mis Prosas Profanas; y
buscando, por la noche, el peligroso encanto de los paraísos artificiales. […] La exposición de París de
1900 estaba para abrirse. Recibí orden de La Nación de trasladarme en seguida a la
capital francesa […]” (Darío, op.
cit., pp. 135 y 177).
[7] En 1899, Darío conoció
en Madrid a Francisca Gervasia Sánchez del Pozo (que el poeta gustaba
llamar “Princesa Paca”) originaria de la localidad de Navalsaúz,
provincia de Ávila. Fue la última compañera del escritor nicaragüense y con
ella procreó tres hijos. Le compuso el poema “A Francisca” (1902) (Rubén Darío
III, tres mujeres en la vida de rubén
darío. buenos aires, 1966, pp.
28-37).
[8] lpsa: para por por
[9] Tipo de cerámica
japonesa proveniente de la región del mismo nombre; actualmente constituye la
parte occidental de la provincia de Kagoshima, en la isla de Kyushu.
[10] El zorcico o zortziko refiere a un tipo de composición musical de origen vasco
estructurada en compás de 5/8 (significa “de ocho” u “octava” en euskera). Tradicionalmente
se toca con un tipo de flauta vasca llamada chistu
y acompañada por tamboril.
[11] En este contexto,
sustantivo que hace o dice gracias de mal género; desprovisto de la gracia del
gracioso (Francisco J. Santamaría, diccionario
de mejicanismos. méxico, 2000, p.
562).
[12] La novela El bachiller (1895) fue
editada en Francia en 1902 por el editor y tipógrafo francés Léon Vanier, bajo
el título de Origène. Sin embargo, no
es completamente seguro que ni este editor ni el propio Amado Nervo la hayan
traducido al francés, dado que la edición original de Origène omite los datos del traductor. Es probable que este último
fuera el personaje venezolano que Salado menciona en el presente cuento. //
Dado su éxito, El bachiller tuvo al
año siguiente de su aparición una segunda edición castellana en 1896, acompañada
de juicios críticos de distintas personalidades, entre los que figura nuestro autor
bajo el seudónimo del arcipreste Johán Ferruz (vid. “Éste es el enjemplo del monje Bernabé, yoglar de Nuestra
Sennora”, cuento de este volumen), remitiéndole una breve carta en español
antiguo firmada “V. Salado Álvarez” (vid.
Amado Nervo, el bachiller. méxico,
1896, pp. 54-56).
[13] Poema popular que era
cantado durante las posadas de Nochebuena a fines del siglo xix, particularmente entre la gente del
centro de la Ciudad de México: “La otra noche a media noche, / cuando Dios quiso
nacer, / bajó el ángel San Gabriel / con su espada y su laurel / en su
caballito blanco, / alumbrando todo el campo, / campo chiquito / de San
Juaniquito; / campo mayor / de San Salvador, / campo mediano / de San Cayetano”
(Guillermo Prieto, “año viejo, nochebuena”. méxico,
1993, pp. 454-455). Guillermo Prieto explica que el origen de estas
composiciones tenía lugar en los altares dedicados a la Virgen María por la
imprenta de Valdés (después de Abadiano) en la esquina de las calles de Tacuba
y Santo Domingo, y eran conocidas como los “versos mudos”.
[14] Sobre esta ley,
así como sobre el personaje del que toma nombre, vid. nota 19 a
“El arte de la adulación”, cuento de este volumen.
[15] lpsa: le
[16] Se admite como
mexicanismo, especialmente en Tabasco; refiere a un séquito o conjunto de
pequeñas vasijas destinadas para los condimentos (Francisco J. Santamaría, el provincialismo tabasqueño. méxico, 1921, p.
395).
[17] lpsa: coger
abrigo y sombrero salió por coger su abrigo
y su sombrero salió
[18] lpsa:
de que ese pillo era Cristo por de que era ese pillo Cristo
[19] lpsa:
conocido también como por conocido como
[20] Referencia al pasaje
bíblico en el que, luego de la Crucifixión, dos discípulos caminaban rumbo al
pueblo de Emaús y vieron acercarse a Jesús, a quien no reconocieron. En el camino
conversaron acerca de lo ocurrido con la tumba de Jesús y de lo que se
comentaba sobre su Resurrección, ante lo que él les recordó la palabra de los
profetas. Cuando llegaron a su destino, le invitaron a compartir la mesa con
ellos, seguido a lo cual Jesús se les reveló (vid. Lc 24: 13-35): “[…] Se
acercaron a la aldea a donde iban; y Él fingió seguir adelante. Obligáronle
diciéndole: ‘Quédate con nosotros, pues el día ya declina’. Y entró para quedarse
con ellos. Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se
lo dio. Se abrieron los ojos y le reconocieron y desapareció de su presencia”
(Lc 24: 28-31).
[21] lpsa:
bulevares y lleno de alborozo entró por
bulevares, lleno de alborozo, entró
[22] Café pequeño y
popular.
[23] lpsa:
trasegó hacerse por trasegó sin hacerse
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