EL GESTICULADOR (1938)
Para Alfredo Gómez de la Vega,
que tan noble proyección escénica
y tan humana
calidad
supo dar a la figura de
César Rubio.
PERSONAJES:
El profesor César Rubio, 50 años Elena, su esposa, 45 años Miguel, su hijo, 22 años
Julia, su hija, 20 años
El profesor Oliver Bolton (norteamericano con acento español) Un desconocido (El general Navarro)
Epigmenio Guzmán, presidente municipal
Salinas, Graza, Treviño, diputados locales
El licenciado Estrella, delegado y orador del Partido Emeterio Rocha, viejo
León
Salas
La multitud.
EPOCA: Hoy
ACTO PRIMERO
Los Rubio aparecen dando los últimos toques al arreglo de la sala y el comedor de
su casa, a la que han llegado el mismo día, procedentes de la capital. El calor
es intenso. Los hombres están en mangas de camisa Todavía queda al centro de la
escena un cajón que contiene libros. Los muebles son escasos y modestos: dos
sillones y un sofá de tule, toscamente tallados a mano, hacen las veces de juego
confortable, contrastando con algunas sillas vienesas, despintadas, y una mecedora
de bejuco. Dos terceras partes de la escena representan la sala, mientras la tercera
parte, al fondo, está dedicada al comedor. La división entre las dos piezas consiste
en una especie de galería: unos arcos con pilares descubiertos, hechos de madera;
con excepción del arco central, que hace función de pasaje, los otros están cerrados
hasta la altura de un metro por tablas pintadas de un azul pálido y floreado, que el
tiempo ha desleído y las moscas han manchado. Demasiado pobre para tener
mosaicos o cemento, la casa tiene un piso de tipichil, o cemento doméstico, cuya
desigualdad presta una actitud -dijérase- inquietante a los muebles. El techo es de
vigas. La sala tiene, en primer término izquierda, una puerta que comunica con el
exterior; un poco más arriba hay una ventana amplia; al centro de la pared derecha,
un arco conduce a la escalera que lleva a las recámaras.
Al fondo de la escena, detrás de los arcos, es visible una ventana situada al centro;
una puerta, al fondo derecha, lleva a la pequeña cocina, en la que se supone que hay
una salida hacia el solar característico del Norte. La casa es toda, visiblemente, una
construcción de madera, sólida, pero no en muy buen estado. El aislamiento de su
situación no permitió la tradicional fábrica de sillar; la modestia de los dueños, ni
siquiera al la fábrica de adobe, frecuente en las regiones menos populosas del
Norte. Elena Rubio, mujer bajita, robusta, de unos cuarenta y cinco años, con un
trapo amarrado a la cabeza a guisa de cofia, sacude las sillas, cerca de la ventana
derecha y las acomoda conforme termina; Julia, muchacha alta, de silueta agradable aunque su rostro carece de atractivo, también con la cabeza cubierta,
termina de arreglar el comedor. Al levantarse el telón puede vérsela de pie sobre
una silla, colgando una lámina en la pared. La línea de su cuerpo se destaca con
bastante vigor. No es propiamente la tradicional virgen provinciana, sino una mezcla curiosa de pudor y provocación, de represión y de fuego.
César Rubio es
moreno; su figura recuerda vagamente la de Emiliano Zapata y, en general, la de
los hombres y las modas de 1910, aunque vista impersonalmente y sin moda. Su
hijo Miguel parece más joven de lo que es; delgado y casi pequeño, es más bien un
muchacho mal alimentado que fino. Está sentado sobre el cajón de los libros,
enjugándose la frente.
CESAR.-¿Estás cansado, Miguel?
MIGUEL.-El calor es insoportable.
CESAR.-Es el calor del Norte que, en realidad, me hacía falta en México. Verás qué bien se vive aquí.
JULIA.-(Bajando) Lo dudo.
MIGUEL.-El calor es insoportable.
CESAR.-Es el calor del Norte que, en realidad, me hacía falta en México. Verás qué bien se vive aquí.
JULIA.-(Bajando) Lo dudo.
Obra completa en el siguiente link:
https://www.dropbox.com/s/3upvp3143z1679d/USIGLI-Rodolfo-El-Gesticulador.pdf?dl=0
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