La concepción que se tenía de juventud, a mediados del siglo XX, era de una etapa difícil de la vida, era considerada como una enfermedad que se curaba con el paso del tiempo.
Precisamente por esto, los gobiernos, conscientes de la maleabilidad característica de los jóvenes, los usaban como conejillos de indias, es decir, se aprovechaban de su ingenuidad y los dirigían hacia sus causas. En la mayoría de los casos eran usados como carne de cañón, basta recordar a las juventudes hitlerianas y a los hijos de la loba, que fueron producto de la enajenación de un sistema político que les ofrecía todo lo que un joven busca: identidad, sentido de pertenencia y poder.
No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, la juventud empezaba a manifestarse de diferentes formas y gradualmente fue buscando una identidad propia, lejos de la tutela de los adultos, pues las noticias de los trágicos fines de los grupos políticos juveniles provocaron un desencanto con la política y con las personas que la practicaban: los adultos.
Con el fin de la guerra, Estados Unidos se erigió como el país que le regresó la paz al mundo, además se perfiló como la nación que dictaría las pautas a seguir en cuestión de negocios y productos, pues era evidente que, siendo el país menos afectado por el conflicto bélico, dirigiría tanto los mercados como los productos que en ellos se ofertarían. Pero, ¿qué productos se le podía ofrecer a un mundo que empezaba a reconstruirse, después de una larga y cansada guerra de más de cinco años? Aun más, a qué estrato social irían dirigidos los nuevos productos, si la época de la posguerra mostró a un mundo sin adultos económicamente activos, pues la generación que estaría en condiciones de trabajar era la que había ido a la guerra, esto provocó que los jóvenes se vieran en la necesidad de trabajar, convirtiéndose así en una edad económicamente activa; por esto el sistema
estadunidense crearía y dirigiría sus nuevos productos a ellos.
Los jóvenes fueron los receptores de las grandes campañas de publicidad, pronto el mercado se vio abarrotado de productos superfluos, que en un corto plazo generó necesidades inútiles y banales dando origen al consumismo, el pilar que no sólo sostuvo a la economía de aquel país, sino que también la hizo próspera. Este consumismo se basó en la invención de necesidades y pronto todo se volvió comprar, tener y acumular bienes y productos sin que éstos realmente tuvieran un fin práctico. La sociedad y, sobre todo, los jóvenes habían sido enajenados de nueva cuenta.
Pero, a pesar de ello, a principios de los cincuenta, en Estados Unidos empiezan a surgir una serie de manifestaciones culturales juveniles que cuestionaron este vicio burgués del tener sobre el ser. La primera de estas manifestaciones fue la de los escritores betas que, a través de sus libros, cuestionaron todos los preceptos de su sociedad, desde el viejo american dream hasta el consumismo.
Escritores como Ginsberg y Kerouac describieron una vida alterna al american way of life, donde se desechaban los cánones de la sociedad americana tradicional para vivir en los contravalores de ésta. Estas descripciones eran las experiencias que obtuvieron cuando desecharon el modo de vida americano y decidieron visitar los barrios negros donde se impregnaron del modo de vida e ideología de esta raza. Por supuesto que le dedicaron gran parte de su tiempo a la experimentación sicodélica por medio de la marihuana y de la benzedrina. Gracias a este roce, se dieron cuenta de la realidad del sueño americano, pues mientras unos vivían en grandes residencias y visitaban el country club los fines de semana, había otras personas que no encajaban o eran segregadas por el sistema americano, y que su única distracción era bailar al son del rithym & blues y drogarse para poder escapar o liberarse, por unos momentos, de la realidad que los agobiaba.
A pesar de que el movimiento beat, en un principio, no se mostró como una vanguardia literaria, sus precursores comenzaron a escribir sus experiencias en los barrios negros de New York y San Francisco. De esta forma, surgen libros como el polémico Aullido (1956) de Allen Ginsberg, y En el camino (1957) de Jack Kerouac, que marcó la apoteosis del movimiento beat. Así fue que se mostraron como los jefes de propaganda de la vida contracultural de Estados Unidos, pues a través de sus libros mostraron lo viable de una forma de vida alterna u opuesta a la establecida. Después de la generación beat, muchas manifestaciones juveniles se suscitaron, todas influenciadas directa o indirectamente por los ellos. La primera de ellas: los hippies.
Con el surgimiento de los hippies, la juventud obtuvo mayor autonomía y provocó una brecha generacional (la crisis entre las relaciones joven-adulto) que hasta el momento habían sido sobrellevadas y en pocos casos conflictivas. Dichas relaciones se vieron fragmentadas a partir de los cambios que sufrió la juventud hippie. Por una parte, siguieron el ejemplo de los beats y decidieron alejarse del enajenante consumismo yanqui, se fueron a vivir a comunas donde desecharon las normas sociales y vivieron libres, alejados del
establishment , ellos mismos fundaron su sociedad y pusieron las reglas. Por otra parte, con la experimentación sicodélica con diferentes tipos de droga, ya no sólo con marihuana o benzedrina, la nueva juventud tuvo la oportunidad de ver las cosas como realmente eran, mediante el ácido lisérgico, mejor conocido como LSD. Esto gracias a las investigaciones de Timothy Leary y Ken Kesey.
Pero lo que terminó de escandalizar a los adultos y detonar la bomba generacional fue la práctica libre y sin compromiso del sexo. La liberación sexual de los sesenta fue […].
Josaphat Guillén
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